Proper 27 - Year C - RCL
Iglesia San Andrés, Sunset Park, BK
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En el pasaje que escuchamos, un grupo de saduceos se acerca a Jesús con una pregunta. Pero esta no es una pregunta sincera. Es una pregunta hecha en mala fe, una trampa diseñada para burlarse de Jesús.
Los saduceos, recordemos, no creían en la resurrección. A diferencia de los fariseos y otros grupos judíos de la época, ellos pensaban que la vida terminaba con la muerte. Por eso, cuando preguntan a Jesús, lo hacen con la intención de ridiculizar la idea misma de una vida más allá de la tumba.[1]
Y la pregunta que le presentan es, francamente, absurda. Dicen que una mujer se casó con un hombre, pero cuando él murió sin dejar hijos, se casó con su hermano —como era la costumbre según la ley del levirato—. Y cuando el segundo murió, se casó con otro hermano, y así sucesivamente hasta casarse con los siete. Entonces preguntan: “En la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa?”
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Podemos imaginar el tono sarcástico con que hicieron la pregunta, esperando dejar a Jesús sin respuesta. Pero Jesús no cae en la trampa. Jesús dice: “Los hijos de este mundo se casan y se dan en matrimonio, pero los que sean dignos de alcanzar el mundo futuro y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni son dados en matrimonio. Ya no pueden morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.”
En otras palabras, la vida de la resurrección no sigue las mismas reglas que esta vida. Las categorías, estructuras y leyes que rigen nuestra existencia aquí —el matrimonio, la herencia, la familia, la muerte misma - no se aplican allá. Jesús nos enseña que ser hijos e hijas de la Resurrección trasciende nuestras normas humanas. Es una realidad tan diferente, tan gloriosa, que ni siquiera el lenguaje que usamos puede describirla plenamente.[2]
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Para entender mejor este encuentro, conviene recordar quiénes eran los saduceos. Los saduceos eran un grupo muy poderoso dentro del judaísmo del tiempo de Jesús. Eran los sacerdotes aristocráticos encargados del Templo de Jerusalén, una especie de élite religiosa y política. Tenían autoridad, influencia y, sobre todo, una relación de cooperación con el imperio romano, lo que los hacía impopulares entre la gente común. Teológicamente eran muy conservadores. Solo aceptaban como sagrados los cinco primeros libros de la Biblia —la Torá— y rechazaban cualquier enseñanza o creencia que se hubiera desarrollado después. Por eso negaban la existencia de ángeles, la vida después de la muerte y la resurrección.[3]
Pero esta negación los ponía en conflicto con una esperanza muy profunda del pueblo. Porque la esperanza en la resurrección no nació de la especulación, sino del dolor y la injusticia. Surgió unos siglos antes de Jesús, en un tiempo en que Israel sufría terriblemente bajo el dominio de potencias extranjeras.Muchos inocentes murieron, muchos fieles fueron perseguidos, y el pueblo comenzó a hacerse una pregunta que también nosotros conocemos: ¿Dónde está la justicia de Dios?[4]
Y cuando miramos el mundo hoy, esa misma pregunta vuelve a resonar. Cuando escuchamos de veinte miles de niños quienes han fallecidos en el estrecho Gaza, o de familias desplazadas, o de gente que ahora no tiene dinero para comprar comida para sus familias, también nosotros nos preguntamos:¿Dónde está la justicia de Dios? ¿Dónde está el amor divino cuando el sufrimiento parece triunfar?
De esa experiencia de injusticia y sufrimiento, el pueblo de Israel comenzó a creer que la justicia de Dios no se agota en esta vida. Que tiene que ser una vida más allá, donde los inocentes serán vindicados, donde la justicia perdida será restaurada. Esa es parte de la raíz de la esperanza en la resurrección: la convicción de que el amor y la justicia de Dios sí tienen la última palabra.[5]
Por eso, cuando los saduceos se burlan de la resurrección, no solo se burlan de una idea teológica. Se burlan de la esperanza del pueblo, de la fe de gente que sufren, de quienes confían que Dios no los olvidará. Y Jesús, al responderles, se pone del lado, como siempre, del pueblo.
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Dicho todo esto, quisiera añadir una nota más sobre cómo imaginamos el cielo y su relación con la tierra.
A lo largo de la historia, la Iglesia a veces ha enseñado a esperar la justicia solamente en el mundo venidero. Y ciertamente, esa esperanza es una profunda consolación para quienes han sufrido o enfrentado la injusticia en esta vida. Sin embargo, creo que parte del genio de Jesús está en que también nos enseña a orar y trabajar por la justicia aquí y ahora, mientras vivimos. En el Padre Nuestro, por ejemplo, nos enseña a decir: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
Es decir, el Reino de Dios no es solo una promesa futura, sino también una tarea presente. La justicia, la compasión y el amor que esperamos vivir plenamente en el cielo son los mismos valores que estamos llamados a encarnar hoy, en este mundo. Sí, anhelamos la vida eterna; pero mientras tanto, trabajamos por un mundo que refleje algo del cielo.
Cuando servimos al prójimo, cuando luchamos por la justicia, cuando consolamos al que sufre, estamos anticipando - aunque sea solo en parte - la vida de la resurrección. Estamos participando ya del Reino de Dios, ese Reino que Jesús inauguró y que esperamos ver cumplido plenamente en la vida que viene.
Y así, viviendo con fe y esperanza, hoy mismo seremos verdaderamente hijos e hijas de la Resurrección. Amén.
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[1] Livingstone, E. A.. The Concise Oxford Dictionary of the Christian Church (Oxford Quick Reference) (p. 498). OUP Oxford. Kindle Edition.
[2] Muddiman, John; Barton, John. The Gospels (Oxford Bible Commentary) (p. 176-177). OUP Oxford. Kindle Edition.
[3] Britannica Editors. "Sadducee". Encyclopedia Britannica, 8 Jan. 2025, https://www.britannica.com/topic/Sadducee. Accessed 29 October 2025.
[4] See “Resurrection” in McFarland. The Cambridge Dictionary of Christian Theology (pp. 444-445). Cambridge University Press. Kindle Edition.
[5] IBID
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Image Info: Plaque with three saints rising from the dead, Limoges artwork. More info here.This file is licensed under the Creative Commons Attribution 2.5 Generic license.

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